SÉ BIENVENIDO



Carpe Diem! Aprovecha el día. No dejes que termine sin haber crecido un poco, sin haber sido un poco más feliz, sin haber alimentado tus sueños. No te dejes vencer por el desaliento. No permitas que nadie te quite el derecho de expresarte, que es casi un deber. No abandones tus ansias de hacer de tu vida algo extraordinario... No dejes de creer que las palabras, la risa y la poesía sí pueden cambiar el mundo... Somos seres humanos, llenos de pasión.

La vida es desierto y también es oasis. Nos derriba, nos lastima, nos convierte en protagonistas de nuestra propia historia... Pero no dejes nunca de soñar, porque sólo a través de sus sueños puede ser libre el hombre. No caigas en el peor error, el silencio. La mayoría vive en un silencio espantoso.

No te resignes... No traiciones tus creencias. Todos necesitamos aceptación, pero no podemos remar en contra de nosotros mismos. Eso transforma la vida en un infierno. Disfruta el pánico que provoca tener la vida por delante... Vívela intensamente, sin mediocridades. Piensa que en ti está el futuro y en enfrentar tu tarea con orgullo, impulso y sin miedo. Aprende de quienes pueden enseñarte... No permitas que la vida te pase por encima sin que la vivas...

Walt Whitman

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viernes, 11 de septiembre de 2009

Gran Jefe Seattle


El estado de Washington, al noroeste de Estados Unidos, fue la patria de los Dewamish, un pueblo que, como todos los indios, se consideraba una parte de la Naturaleza, la respetaba y la veneraba, y desde generaciones vivía con ella en armonía. En el año 1855 el decimocuarto Presidente de los Estados Unidos, el demócrata Flanklin Pierce, les propuso a los Dewamish que vendiesen sus tierras a los colonos blancos y que ellos se fuesen a una reserva. Los indios no entendieron esto. ¿Como se podía comprar y vender la Tierra? A su parecer el hombre no puede poseer la Tierra, así como tampoco puede ser dueño del Cielo, del frescor del aire, del brillo del agua. El Jefe Seattle, el Gran Jefe de los Dewamish, dio la respuesta, a petición del Gran Jefe de los blancos, con un discurso cuya sabiduría, critica y prudente esperanza, incluso hoy, casi 150 años después, nos asombra y admira. "Mis palabras son como las estrellas, nunca se extinguen", dijo el Gran Jefe Seattle. Su pueblo no ha sobrevivido, sus palabras no se escucharon.




La carta del El Gran Jefe Seattle El Gran Jefe Blanco de Washington nos envió un mensaje diciendo que quiere comprar nuestras tierras. El gran jefe nos envió también palabras de amistad y de buena voluntad. Esto es muy amable por su parte, pues sabemos que él no necesita nuestra amistad. Sin embargo nosotros meditaremos su oferta, pues sabemos que si no vendemos vendrán seguramente hombres blancos armados y nos quitarán nuestras tierras.


¿Cómo se puede comprar o vender el firmamento, ni aún el calor de la tierra? Dicha idea nos es desconocida. Si no somos, dueños de la frescura del aire ni del fulgor de las aguas, ¿Cómo podrán ustedes comprarlos? Cada parcela de esta tierra es sagrada para mi pueblo, cada brillante mata de pino, cada grano de arena en las playas, cada gota de rocío en los bosques, cada altozano y hasta el sonido de cada insecto es sagrado a la memoria y al pasado de mi pueblo. La savia que circula por las venas de los árboles lleva consigo las memorias de los pieles rojas. Los muertos del hombre blanco olvidan de su país de origen cuando emprenden sus paseos entre las estrellas; en cambio, nuestros muertos nunca pueden olvidar esta bondadosa tierra, puesto que es la madre de los pieles rojas. Somos parte de la tierra y asimismo, ella es parte de nosotros. Las flores perfumadas son nuestras hermanas; el venado, el caballo, la gran águila; éstos son nuestros hermanos. Las escarpadas peñas, los húmedos prados, el calor del cuerpo del caballo y el hombre, todos pertenecemos a la misma familia. Por todo ello, cuando el Gran Jefe de Washington nos envía el mensaje de que quiere comprar nuestras tierras, nos está pidiendo demasiado. También el Gran Jefe nos dice que nos reservará un lugar en el que podamos vivir confortablemente entre nosotros. El se convertirá en nuestro padre y nosotros en sus hijos. Por ello consideramos su oferta de comprar nuestras tierras. Ello no es fácil ya que esta tierra es sagrada para nosotros. El agua cristalina que corre por ríos y arroyuelos no es solamente el agua sino también representa la sangre de nuestros antepasados. Si les vendemos tierras, deben recordar que es sagrada y a la vez deben enseñar a sus hijos que es sagrada y que cada reflejo fantasmagórico en las claras aguas de los lagos cuenta los sucesos y memorias de las vidas de nuestras gentes. El murmullo del agua es la voz del padre de mi padre. Los ríos son nuestros hermanos y sacian nuestra sed, son portadores de nuestras canoas y alimentan a nuestros hijos. Si les vendemos nuestras tierras ustedes deben recordar y enseñarles a sus hijos que los ríos son nuestros hermanos y también lo son suyos y, por lo tanto, deben tratarlos con la misma dulzura con que se trata a un hermano.

Sabemos que el hombre blanco no comprende nuestro modo de vida. El no sabe distinguir entre un pedazo de tierra y otro, ya que es un extraño que llega de noche y toma de la tierra lo que necesita. La tierra no es su hermana sino su enemiga y una vez conquistada sigue su camino, dejando atrás la tumba de sus padres sin importarle. Le secuestra la tierra a sus hijos. Tampoco le importa. Tanto la tumba de sus padres como el patrimonio de sus hijos son olvidados. Trata a su madre, la tierra, y a su hermano, el firmamento, como objeto que se compran, se explotan y se venden como ovejas o cuentas de colores. Su apetito devorará la tierra dejando atrás sólo un desierto. No sé, pero nuestro modo de vida es diferente al de ustedes. La sola vista de sus ciudades apena los ojos del piel roja. Pero quizás sea porque el piel roja es un salvaje y no comprende nada. No existe un lugar tranquilo en las ciudades del hombre blanco, ni hay sitio donde escuchar como se abren las hojas de los árboles en primavera o como aletean los insectos. Pero quizás también esto debe ser porque soy un salvaje que no comprende nada. El ruido parece insultar nuestros oídos. Y, después de todo ¿para qué sirve la vida si el hombre no puede escuchar el grito solitario del chotacabras (aguaitacaminos) ni las discusiones nocturnas de las ranas al borde de un estanque? Soy un piel roja y nada entiendo. Nosotros preferimos el suave susurro del viento sobre la superficie de un estanque, así como el olor de ese mismo viento purificado por la lluvia del mediodía o perfumado con aromas de pinos. El aire tiene un valor inestimable para el piel roja ya que todos los seres comparten un mismo aliento - la bestia, el árbol, el hombre, todos respiramos el mismo aire. El hombre blanco no parece consciente del aire que respira; como un moribundo que agoniza durante muchos días es insensible al hedor. Pero si les vendemos nuestras tierras deben recordar que el aire no es inestimable, que el aire comparte su espíritu con la vida que sostiene. El viento que dio a nuestros abuelos el primer soplo de vida, también recibe sus últimos suspiros. Y si les vendemos nuestras tierras, ustedes deben conservarlas como cosa aparte y sagrada, como un lugar donde hasta el hombre blanco pueda saborear el viento perfumado por las flores de las praderas.

Por ello consideramos su oferta de comprar nuestras tierras. Si decidimos aceptarla, yo pondré condiciones: El hombre blanco debe tratar a los animales de esta tierra como a sus hermanos. Soy un salvaje y no comprendo otro modo de vida. He visto a miles de búfalos pudriéndose en las praderas, muertos a tiros por el hombre blanco desde un tren en marcha. Soy un salvaje y no comprendo como una máquina humeante puede importar más que el búfalo al nosotros matamos sólo para sobrevivir. ¿Qué seria del hombre sin los animales? Si todos fueran exterminados, el hombre también moriría de una gran soledad espiritual; porque lo que le suceda a los animales también le sucederá al hombre. Todo va enlazado. Deben enseñarles a sus hijos que el suelo que pisan son las cenizas de nuestros abuelos. Inculquen a sus hijos que la tierra está enriquecida con las vidas de nuestros semejantes a fin de que sepan respetarla. Enseñen a sus hijos que nosotros hemos enseñado a los nuestros que la tierra es nuestra madre. Todo lo que le ocurra a la tierra le ocurrirá a los hijos de la tierra. Si los hombres escupen en el suelo, se escupen a si mismos. Esto sabemos: La tierra no pertenece al hombre; el hombre pertenece a la tierra. Esto sabemos, todo va enlazado, como la sangre que une a una familia. Todo va enlazado. Todo lo que le ocurra a la tierra, le ocurrirá a los hijos de la tierra. El hombre no tejió la trama de la vida; él es sólo un hilo. Lo que hace con la trama se lo hace a sí mismo. Ni siquiera el hombre blanco, cuyo Dios pasea y habla con él de amigo a amigo, no queda exento del destino común. Después de todo, quizás seamos hermanos. Ya veremos. Sabemos una cosa que quizás el hombre blanco descubra un día: nuestro Dios es el mismo Dios. Ustedes pueden pensar ahora que Él les pertenece lo mismo que desean que nuestras tierras les pertenezcan; pero no es así. Él es el Dios de los hombres y su compasión se comparte por igual entre el piel roja y el hombre blanco. Esta tierra tiene un valor inestimable para Él y si se daña se provocaría la ira del Creador. También los blancos se extinguirían, quizás antes que las demás tribus. Contaminen sus lechos y una noche perecerán ahogados en sus propios residuos. Pero ustedes caminarán hacia su destrucción rodeados de gloria, inspirados por la fuerza del Dios que los trajo a esta tierra y que por algún designio especial les dio dominio sobre ella y sobre el piel roja. Ese destino es un misterio para nosotros, pues no entendemos porqué se exterminan los búfalos, se doman los caballos salvajes, se saturan los rincones secretos de los bosques con el aliento de tantos hombres y se atiborra el paisaje de las exuberantes colinas con cables parlantes. ¿Dónde está el matorral? Destruido. ¿Dónde esta el águila? Desapareció. Termina la vida y empieza la supervivencia.


8 comentarios:

Lili.- dijo...

Máximo Décimo que carta intensa, dura y cierta!
Como herederos del "hombre blanco" tenemos una deuda con el "hombre indio", que se refleja en el deseo de volver a nuestras raíces, re-conocerlas y re-aprenderas. Los mensajes ancestrales siguen vivos en cada uno de nosotros. Solo tenemos que aguzar el oído.
Te dejo un beso grande, y me encantó el post!

SIL dijo...

Heredera del hombre blanco, en piel y en sangre... me permito decirte que tu post es MAGNÍFICO.
Te ruego me disculpes por extenderme en el comentario, pero quisiera dejarte la letra de una canción de un poeta de mi tierra, descendiente de indígenas.
GRACIAS MANUEL. ABRAZO GIGANTE.

___________________

¨Dónde están nuestros hijos ahora?
¿Qué viento los barrió?
¿Dónde nuestros maizales de oro?,
meciéndose en el sol.

¿Que fue de nuestras huacas sagradas?
¿Qué fue de nuestra paz?
lloro por Titicaca y la luz amada
del Pachacamac.

Digo Taki Ongoy, sueño un camino
Viracocha entenderá,
cuanto dolor encierra mi corazón.

Grito Taki Ongoy, preparo mis armas
Manco Inca sonreirá
las flores de los valles revivirán.

Habrá en sus ojos tal regocijo,
tanta felicidad
que nuestras almas de las estrellas,
al mundo bajarán
y en Machu- Pichu, ciudad sagrada
se corporizarán Aztecas, Mayas, Incas, Chimues
convocarán al sol.

Este es día del año justo. Ya termino el dolor.
Vengo a cantarles la profecía.

El indio no murió.

VÍCTOR HEREDIA.

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leoriginaldisaster dijo...

juder....
gracias glaadiator!!
muchas gracias por compartir algo así!

González Luis dijo...

No puedo dejar de pensar que tarde o temprano iban a descubrir Amèrica y sería invadida tal como fue!. No obstante, apreciar las culturas indígenas existentes hoy en día y la filosofìa y enseñanzas de el espíritu indígena, su amor x la naturaleza, su comunión y convivencia con la tierra, son ejemplos que deben tomar hoy mas que nunca muy en serio.

Que buen texto. Me alegro de poder disfrutarlo. Saludos.

M.D.Meridio dijo...

SIL, LILI, LEO, CAPRICORNIO, Ojalá se le hubiera hecho algo de caso al Jefe Seattle.
Se calcula que los más de 40 años en total de guerras transcurridas entre 1775 y 1890 supusieron la muerte de 45.000 indios defensores de sus territorios ancestrales y 19.000 blancos invasores. Nunca se les compensará lo suficiente.

Gracias por vuestros comentarios, me alegra que coincidáis conmigo, ha sido uno de los post que más me ha gustado publicar.

Graciela Bello dijo...

Las palabras del gran jefe indio no sólo encierran infinita sabiduría sino que han sido proféticas: todo lo que dijo se ha cumplido, el hombre no ha respetado la tierra, ha abusado de ella, explotando y desperdiciando sus recursos naturales como si fueran inagotables."Su apetito devorará la tierra dejando atrás sólo un desierto": lamentablemente vamos en ese camino.

M.D.Meridio dijo...

GRACIELA Para los ingenuos y optimistas como yo siempre habrá un hilo de esperanza. Creo que hemos tocado fondo. Nos hemos dado cuenta, aunque tarde, del mal que le hemos hecho a La Tierra, pero por suerte, todavía hay mucha gente en el mundo dispuesta a luchar por ella y enseñar a nuestros hijos el camino correcto, porque ellos serán quiénes deban continuar este difícil trabajo. Yo, sigo creyendo en EL HOMBRE.

Un beso.

Queralt. dijo...

Me encanta tu blog. Te he visto en el de Paco Nadal y algo me ha impulsado a venir para acá... y no me equivocaba, sabía que me iba a gustar... y ya, con esta entrada sobre mis adorados indios, hemos tocado el cielo, jejeje
Si no hubiéramos perdido la parte humana que sale desde la mismísima tierra, no estaríamos en este punto de locura en el que estamos. Mucho tenemos que cambiar. Mucho trabajo nos quedará sin hacer. Muchos reproches oiremos antes de morir porque, la herencia que dejámos es, para que nos quiten el carnet de adultos y responsables...
Quedas invitado a mi casa que, si te gusta, será tuya también.
Un beso de cereza.

Queralt.