SÉ BIENVENIDO



Carpe Diem! Aprovecha el día. No dejes que termine sin haber crecido un poco, sin haber sido un poco más feliz, sin haber alimentado tus sueños. No te dejes vencer por el desaliento. No permitas que nadie te quite el derecho de expresarte, que es casi un deber. No abandones tus ansias de hacer de tu vida algo extraordinario... No dejes de creer que las palabras, la risa y la poesía sí pueden cambiar el mundo... Somos seres humanos, llenos de pasión.

La vida es desierto y también es oasis. Nos derriba, nos lastima, nos convierte en protagonistas de nuestra propia historia... Pero no dejes nunca de soñar, porque sólo a través de sus sueños puede ser libre el hombre. No caigas en el peor error, el silencio. La mayoría vive en un silencio espantoso.

No te resignes... No traiciones tus creencias. Todos necesitamos aceptación, pero no podemos remar en contra de nosotros mismos. Eso transforma la vida en un infierno. Disfruta el pánico que provoca tener la vida por delante... Vívela intensamente, sin mediocridades. Piensa que en ti está el futuro y en enfrentar tu tarea con orgullo, impulso y sin miedo. Aprende de quienes pueden enseñarte... No permitas que la vida te pase por encima sin que la vivas...

Walt Whitman

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jueves, 22 de enero de 2009

El Factor Humano


El próximo día 27 de Enero saldrá publicado el libro titulado “El factor humano” escrito por John Carling el año en que la selección sudafricana ganó la copa del mundo a los “All Blacks” de Nueva Zelanda. Cuenta la historía de cómo Nelson Mandela lucho para seducir a su oponente y su inteligente decisión de usar el rugby como medio de reconciliar a blancos y negros. Un caso inspirador para la humanidad. Dejo aquí un fragmento para abrir boca. Estas historias son las que me llaman a decir “El ser humano es extraordinario”
Dejo aquí como muestra un extracto de este interesante libro para los amantes del rugby y la gente de Paz.

El día en que Nelson Mandela fue liberado, tras 27 años de cárcel, Morné du Plessis dudó si ir a la Grand Parade, la plaza abierta de Ciudad del Cabo en la que el preso más famoso del mundo debía pronunciar su primer discurso como hombre libre. Finalmente decidió que sí, iría. Du Plessis era seguramente el más alto de las decenas de miles de personas reunidas en la Parade aquel 11 de febrero de 1990. Era uno de los personajes más famosos de aquella multitud -desde luego, el blanco más célebre: había sido capitán de los Springboks, la selección surafricana de rugby, y ahora era su manager. Durante los nueve años que jugó en la selección fue un héroe nacional afrikáner y, como tal, la expresión más visible de la opresión racial que simbolizaba la camiseta verde de los Springboks para los surafricanos negros. A diferencia de algunos de sus compañeros de equipo, había sido capaz de verlo, aunque había optado, con cierta mala conciencia, por no expresar sus opiniones.
Por eso no fue demasiado sorprendente que un hombre negro, aparentemente borracho, se acercara a él esa tarde, le insultara y le dijera que se fuera, que aquélla era una ceremonia en la que él no pintaba nada. "Pero lo que me impresionó no fue la actitud amenazante de aquel tipo", recordó Du Plessis. "Fue el hecho de que otro negro se apresuró a amonestarle. Entonces se unieron otros, enfadados porque me hubiera tratado así, y se lo llevaron".

Era gente pobre que hablaba en xhosa, la lengua de Mandela, pero Du Plessis comprendió que tenían la sutileza política suficiente para saber que, a cuantos más blancos pudiera convencerse de participar en las celebraciones de la liberación de Mandela, mejor para todos.

Du Plessis fue a la Parade porque albergaba la esperanza de que la liberación de Mandela curara un país que había estado enfermo durante mucho tiempo y que en 1990 contenía todos los elementos para una guerra civil. Sus esperanzas se cumplirían, y Du Plessis llegó cinco años más tarde a descubrir que desempeñaría un papel clave en el plan magistral de Mandela de transformar un símbolo de división en un instrumento unificador, en usar el rugby como el bálsamo para la reconciliación de blancos y negros bajo el eslogan "Un equipo, un país".

El gran acto de generosidad de Mandela fue llevar el torneo de la Copa del Mundo de rugby a Suráfrica, emocionando a los afrikáners que no habían podido ver rugby de primer nivel a causa del boicoteo internacional a los Springboks en la década de los ochenta. La genialidad de Du Plessis fue convencer a los Boks para que aprendieran un himno de resistencia negra que para muchos blancos surafricanos era una expresión amenazante de la vasta marea negra que podía alzarse y devorarlos.


En los partidos de los Springboks, la muchedumbre afrikáner siempre entonaba como un grito de guerra el himno Die Stem (la llamada), cuya letra celebra los triunfos de los bóers cuando avanzaron en sus carretas hacia el norte en la Gran Marcha de mediados del siglo XIX, durante la que fueron apropiándose de las tierras de los negros por el camino.

La respuesta negra era el Nkosi Sikelele iAfrika (Dios bendiga a África), la sentida expresión de un pueblo que había sufrido durante largos años y anhelaba la libertad. En los años del apartheid, a menudo provocaba la intervención violenta de la policía cuando se cantaba con tono desafiante.
Mandela contradijo al comité ejecutivo de su Congreso Nacional Africano (CNA) cuando éste quiso reemplazar el Die Stem por el Nkosi Sikelele como himno nacional, en un momento en el que había gran tensión política y existían temores de un golpe de extremistas blancos. Mandela expuso su punto de vista. "Esta canción que despacháis con tanta facilidad contiene las emociones de muchas personas a las que todavía no representáis. De un plumazo, decidiríais destruir la única base de lo que estamos construyendo: la reconciliación".


Las dos canciones se convirtieron en los himnos cooficiales; pero en la toma de posesión de Mandela como presidente, en 1994, pocas voces blancas cantaron el Nkosi Sikelele. Du Plessis decidió que sus hombres podían hacerlo mejor.

"El Factor Humano", de John Carlin, se publica
en España el 27 de enero (Editorial Seix Barral)

1 comentario:

Anónimo dijo...

John Carling ha descubierto el factor humano que hizo posible un milagro.

la final del mundial del 95 que culminó con la victoria sudafricana en el último minuto, y fundió en un abrazo a negros y blancos. Es el ejemplo más inspirador que ha visto la humanidad.