Una red invisible de palabras planea sobre nuestras cabezas. Todas las conversaciones realizadas a través de los teléfonos móviles recorren la atmósfera antes de llegar a su destinatario. A las sucesivas capas de gas que rodean la Tierra habría que añadir ahora la alfabética. Esta capa, a diferencia de la de ozono, no tienen ningún agujero. Es más, no cabe una letra ya en este tejido. De no ser transparente, hace tiempo que viviríamos a oscuras. Sobrecoge la posibilidad de que un día esas palabras se solidifiquen de forma paranormal, como los aerolitos, y comiencen a caer sobre nosotros. Saldría uno al jardín y le caería a los pies una oración gramatical cualquiera: "Dile a tu madre que no voy a comer".
Si las palabras fueran materiales de construcción, hace tiempo que no se podría salir a la calle. De hecho, casi no se puede entrar ya en el tren o en el autocar de línea. Está uno intentando concentrarse en una novela de Simenon, cuando le cae encima la conversación del señor de atrás con su socio. El señor de atrás fabrica envases de plástico, aunque después de escucharle un rato, en detrimento de Simenon, se da uno cuenta de que lo que el señor de atrás fabrica son frases. Defectuosas, por cierto. En las dos horas que ha durado el viaje, y la conferencia telefónica por tanto, no ha hecho una sola construcción sintáctica como Dios manda. Espero que sus envases sean mejores, aunque lo que a él le gusta es la oratoria.
La industria del futuro es la industria sintáctica. Todo el mundo habla. No hacemos otra cosa que hablar. La atmósfera está completamente llena de conversaciones. Lo malo es que son conversaciones banales, malas, rotas, tristes, defectuosas. Tanta tecnología punta para preguntarle a la sufrida esposa dónde está la mahonesa. Pues en el tarro de la mahonesa, hombre de Dios, dónde quieres que esté. Vamos, que son mejores los teléfonos que las conversaciones. Pues bien, ahora que ya hemos conseguido una calidad impresionante en el aparato, sería hora de poner las frases a su altura. En otras palabras: viva la gramática, con permiso de Telefónica (con acento en la o).
Juan José Millás (Articuentos)
Superagente 86 (Get Smart,1965)
4 comentarios:
"Todo el mundo habla. No hacemos otra cosa que hablar. La atmósfera está completamente llena de conversaciones. Lo malo es que son conversaciones banales, malas, rotas, tristes, defectuosas".
qué gran verdad !! ....
es un buen post que invita a la reflexión y la otra cara de la moneda como dice Galeano en casa ya no se habla porque la que habla cuando la familia está reunida es la televisión. =/
un abrazo
Cómo loghrar el término justo, verdad?. Cuando no hay palabras las relaciones se dificultan y hasta pueden llegar a lesionarse seriamente. Cuando las hay por demás, sucede lo mismo. Todo extremo es perjudicial por lo que es importante aprender a dosificar, a medir.
De todos modos, elijo la palabra ( aunque sobre, aunque redunde, aunque suene vacía, aunque no se escuche). Los silencios pueden malinterpretarse
:0)
Te dejo un beso bahiense.-
YO NO SOY DE HABLAR MUCHO... PERO TAMPOCO LLAMO PARA PREGUNTAR DÓNDE ESTÁN LAS COSAS...ES QUE SOY DE POCO TELEFONO...PASO DÍAS SIN LLAMAR...
BESITOS.
Lograr el término justo es imposible, pero sí se puede encontrar un término medio. Yo soy de hablar poco, prefiero escuchar y observar, y es cierto que los silencios pueden malinterpretarse, pero eso sólo depende de la persona que tengas enfrente y la complicidad que haya entre ambos. A veces viene muy bien un poco de silencio, es purificante.
Pero vosotras seguir hablándome que me gusta todo lo que me decís y todos los días aprendo algo nuevo.
Gracias chicas.
Publicar un comentario